Crónica # 1: Primer día de clases
ROEDORES
Ivana
esperaba el metrolínea, era su primer día de clases. Como de costumbre, el
metro se demoró más de lo estipulado y ella iba retrasada para su clase de
francés que comenzaba a las ocho en punto, eran las siete y treinta y cinco y
aún permanecía en la estación.
Cuarenta
y cinco minutos más o menos se demoraba el metrolínea en llegar a la
universidad, lo que denotaba que Ivana llegaría a las ocho y diez si no se
presentaba percance alguno. El metrolínea arrancó a las siete y treinta y seis
de la mañana, iba ¨hasta las tetas¨, es decir muy lleno. Ivana llevaba sus
audífonos puestos a un volumen que la aislaba del ruido exterior e iba
concentrada en su música, sin embargo, miraba de lado a lado y se percataba de
la gente que estaba a su alrededor. Le tocó de pie, de hecho siempre le tocaba
de pie; en frente estaba una señora de edad, sentada, no pasaba los sesenta
años pero tampoco tenía menos de cuarenta, a su derecha, se encontraba, al
parecer, un estudiante, llevaba bolso y el negro resaltaba en la mayoría de su
ropa, al igual que Ivana, él llevaba audífonos pero el sonido era tan alto que
los traspasaba, a su izquierda, estaba un estudiante de colegio, llevaba su
uniforme de educación física y detrás, había un señor que vestía saco y corbata
y, se veía muy elegante. Eran las siete y cuarenta y cinco, se seguía subiendo
gente; las malas caras y los comentarios no se hicieron esperar: ¨no cabe más
gente¨,¨ es que lleva vacas o qué¨, ¨esto si mucha porquería, toca tomarnos la
pastilla del día después cuando nos bajemos de esta vaina¨.
Ivana
miraba la hora, las siete y cincuenta marcaba el reloj cuando: ¨auxilio,
auxilio¨ empezó a gritar la señora que estaba sentada en frente de Ivana,
después se calló y los sonidos que hacía con su boca denotaban que se estaba
asfixiando. La gente se alborotó, unas señoras gritaban ¨ayúdenla, ayúdenla¨,
otros decían ¨se va a morir, Dios mío¨ e inmediatamente el conductor detuvo el
bus. Ivana no tuvo reparo en ayudarla, la paró, le movía los brazos, le decía
¨respire, respire, tranquila¨ y las otras personas se acercaron a ayudar también,
entre ellas los dos estudiantes. Un minuto más o menos demoró la señora en
calmarse, poco a poco fue recuperando la respiración; Ivana le decía ¨señora
usted necesita un médico¨ pero ella solo dijo ¨tranquila, estoy bien. Estos
ataques me dan esporádicamente, es que sufro de los nervios¨. Calmado ya el
alboroto, la señora después de dar las gracias, se bajó en la parada de la
clínica salucoop pero no fue la única, el señor de saco y corbata lo hizo
también ahí.
Después
de que la señora se bajo del bus, la gente seguía comentando el suceso, unos
decían que les parecía terrible que una persona así anduviera sola en un bus y
otras insistían en que ella necesitaba ir a un médico.
En
fin, Ivana llegó a la clase a las ocho y treinta, el profesor la dejó entrar
pero le puso la falla; cuando se sentó, abrió su bolso para sacar su cuaderno y
sus lapiceros, ¡ sorpresa!, no estaba ni su billetera ni su celular; sí, la
habían robado en el bus. La impaciencia y algunas lágrimas no la dejaron
prestar atención a la clase, ella solo pensaba en qué momento pudo haber
pasado. Después, más o menos de diez minutos de estar echando cabeza, le
pareció muy curioso que el señor de saco y corbata que iba detrás de ella en el
bus, no ayudara a la señora que presentó un supuesto ataque, pero le pareció
más curioso aún, que los dos se hayan bajado en la misma parada. Moviendo su
cabeza de lado a lado y haciendo un pequeño sonido de ironía dijo ¨vieja
hijueputa, jummm, pero claro, ahora las ratas se visten con saco y corbata¨.
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