Crónica # 2: bar
SOBREMESA
Silvia
o mejor Sil como todos le decían, acababa de perder el examen final de la
materia que más necesitaba para no atrasarse, eran las seis de la tarde y se
encontraba con su novio Fabio. Ella lloraba y lloraba, Fabio solo la consolaba
pero ella no cedía y mientras caminaban se encontraron frente a un bar o mejor
cantina con un nombre peculiar ¨Donde Doña Martha¨ y Sil solo pensó en tomar
para olvidar el reciente suceso.
Cruzaron
la calle, entraron y se sentaron en una mesa, la única vacía pues el lugar
estaba totalmente lleno, no se sorprendieron pues siempre que pasaban frente a
él, estaba a reventar. El sitio no era para nada lujoso, por el contrario, era
muy de barrio con música corriente y gente ordinaria. Había cinco mesas más, en
las cuales estaban tomando solo hombres, la única mujer a parte de Sil era Doña
Martha la dueña y mesera de su negocio. Doña Martha lucía ya de edad pero se
conservaba, era de contextura gruesa y a diferencia de todas las mujeres que
atienden una cantina, ella no era sonriente ni coqueta (tal vez por su edad).
Sil
y Fabio empezaron a tomar a eso de las seis y treinta más o menos. Una
cervecita fue el inicio, una para cada uno; terminaban una y seguían con la
otra. Llevaban dos horas, es decir ya eran las ocho y treinta cuando de repente
el señor de la mesa del lado borracho, muy borracho, empezó a gritar ¨Doña
Martha mamacita rica, hágamelo como la otra noche, uy así de ricoooo¨, de
repente Fabio se levanto del asiento, se acercó al señor y lo sacó de un
empujón, el amigo del señor, borracho pero menos que él, no opuso resistencia y
se fue junto a su compañero de bebeta.
Fabio
se volvió a sentar y molesto le decía a Sil que los hombres ya no respetaban a
las mujeres. Eran las nueve, Sil ya se sentía mareada, Fabio también pero menos
que ella; de pronto, Doña Martha le acerco una cerveza a un señor de otra mesa
y este sin reparo alguno le agarró la cola a Doña Martha y seguido a este acto,
se apretó los labios –rico- dijo, estaba borracho claro está. Fabio al darse
cuenta de eso, se levantó, insultó al señor y de un empujón más fuerte que el
anterior lo sacó.
Fabio
seguía hablando con Sil de la falta de respeto hacia doña Martha. Eran las
nueve y media, Sil ya se sentía mal y Fabio lucía muy alegrón, pensaron en irse
y pagar la cuenta pero antes Fabio fue al baño a orinar. La puerta estaba entre
abierta, de repente, entró doña Martha y trancó la puerta –gracias por
defenderme- le dijo a Fabio bajándose los jeans, te voy a agradecer también por
venir a mi negocio. En seguida, ella lo empujó contra la pared, le abrió la
cremallera y se agachó, -qué hace- le dijo Fabio, no te preocupes, esto queda
acá, es solo un cariñito hacia mis clientes. Después, sentó a Fabio en el
inodoro y ella se le acomodó encima, hizo que él entrara en ella, con
movimientos bruscos y jadeos que no diferenciaban el dolor del placer y le
decía- gracias, gracias por venir a mi negocio, cuando quieras siempre a la
orden, esta será la sobremesa todas las veces que vengas-, Fabio estaba
confundido, no supo si fue por el trago pero estaba sintiendo un placer que
nunca había experimentado y le gustó.
Al
terminar, Fabio se abrochó el pantalón y con la camisa se secó el sudor, doña
Martha se subió el jean y sin decirle una sola palabra, salió del baño. Cerca
de veinte minutos duró él en el baño pero Sil no se percató del tiempo por
cuestión de los tragos. Faltando diez minutos para las diez, Fabio regresó a la
mesa y le dijo a Sil –listo amor, paguemos la cuenta y nos vamos-. Él llamó a
doña Martha, le pagó la cuenta y ella poniendo dos caramelos en la mano les
dijo: ¨siempre a la orden, que vuelvan¨.
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